La verdadera Alegría no es lo contrario de la tristeza. Los valores del Eterno Presente no tienen opuestos: sólo lo falso lleva adjunto su contrario y es a la par expresión rebuscada de éste. Allá donde la Oración y el Placer se abrazan, toma presencia la Alegría, la verdadera Alegría. La Alegría es un valor de la Eternidad como la tristeza lo es de lo caduco... Nada caduco puede expresarse en el Eterno Presente; imposible que algo que incluso se niega y se destruye en el pseudomundo que le es propio pueda acomodarse en el que le es ajeno, mundo que por otra parte ni concibe ni quiere ni puede ni sabe comprender. Especialmente porque no es ningún mundo, sino todos los mundos, el Infinito y la Verdad. La Verdad, ¿qué es la Verdad? Aquello que anima el Espíritu del Eterno Presente, eso es la Verdad. Aquello que carece de dogmas, doctrinas, mandamientos o apóstoles; aquello que no puede ser crucificado en el tiempo; aquello que desmorona la mentira de mártires y cilicios; aquello ante lo que la culpa, el temor y el sufrimiento (la muerte) desaparecen... Eso es la Verdad. Y está siempre en las cosas sencillas, el vuelo de un ángel, la sonrisa de un recién nacido, el perfume de una flor... Nunca en el rencor, ni en el tiempo, ni en cualquier cosa que genere el miedo, el dolor o la rueda del arrepentimiento. Allá donde hay Amor, hay Vida y hay Verdad.
Jesús María Bustelo Acevedo
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