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lunes, 21 de noviembre de 2011

Veintiuno de la Libertad del Eterno Presente

Gracias a Dios y gracias a la Libertad, bajo la égida de cuyo matrimonio no hay vaivén que nos amenace. Si Dios reina allende las estrellas, en las del alma infinita de los hombres siempre rige impertérrita la Libertad. Y esa gran Libertad nos hace reyes y señores de nuestro ser. No, la Mente no es la gran enemiga, sino la gran herramienta, y las herramientas no hacen daño nunca, sino tan sólo aquellos que no hacen uso adecuado de ellas. La Mente es nuestra gran aliada, con ella caminamos victoriosos porque como diosa que responde a nuestras ofrendas y alabanzas siempre dibuja su sonrisa en nuestros corazones. Quien se entrega al lamento le es infiel a la Mente. Y sin esa Mente divina, nuestra gran reina, esa que no entiende ni de suerte ni de reparaciones, la Libertad, no puede alzar las alas desde la cuna de los sueños. La gran virtud de la Libertad es precisamente aquella que engalana a este gran Presente que es la Vida, la Eternidad.

Jesús María Bustelo Acevedo

jueves, 10 de noviembre de 2011

Diez de la Libertad del Eterno Presente

Se me ha pasado todo el mes de la Fraternidad, y aunque no haya dicho una sola palabra de sí, no por ello he dejado de estar consigo mismo y colmarme de cuantas bendiciones deja en mi corazón. Lo bueno del Eterno Presente es que nada termina nunca si es verdaderamente benéfico como lo es todo lo que huele a Inmortalidad. Porque tampoco tiene principio lo que siempre permanece, aunque no sea siempre sino Ahora. La ilusión, la fantasía, el engaño, la falsedad en la que los mortales se veían forzados a vivir (aunque la verdad, la más grande de las patrias y la única que no precisa de soldados) estuviera siempre (Ahora) en sus corazones. Los personajes se imponían a las personas bajo la paradoja de que aquellos eran tan falsos como ciertos los otros. Como si creyéramos ser la réplica de algún ser que habita en los espejos, ese que tanto se asemeja a su contrario. Pero ahora, Ahora, no anhelamos ningún ahora porque somos el ahora, y lo somos ahora, Siempre.

Jesús María Bustelo Acevedo