El charlatán tiene razón
en el absurdo de su ciencia,
jamás en el de la conciencia
ni en la verdad del corazón.
Pero en la vieja era la alegría era tan hueca que a menudo sólo consistía en la evidencia de que mucho de lo que llamamos el prójimo no tenía acceso a la vía de escape de esa falsa alegría. Las personas se degradaban hasta tal punto que llegaban a desear el mal de sus hermanos, y eso se daba con frecuencia en individuos que pomposamente se clasificaban como religiosos. Con el tiempo se sabría que todos esos religiosos no eran más que quienes negaban para sí y para todo esa gran Obra de Dios, Dios mismo, que es la Vida. Porque todas las religiones humanas, con sus cínicos dogmas llenos de resentimiento, no son más que la negación del Amor, de la Alegría, de la Vida, de Dios... Todas ellas fueron la expresión más elaborada del ateísmo, esa fue la gran paradoja. ¿Pero por qué mentar lo que ya no existe en nuestros corazones? En los diccionarios de la Era del Eterno Presente sólo se incluyen expresiones positivas, todo aquello que no sea bueno con no mentarlo pierde su fuerza; es más, cuando se ataca a algo con toda virulencia es cuando de verdad podemos fortalecerlo y dotarlo de razón y continuidad. Lo sabemos porque precisamente así nació la Era del Eterno Presente, construyendo su infinito paraíso con cada piedra que recibía de la ignorancia agonizante. Cuando vives en el Eterno Presente todo se confabula para tu propio placer y beneficio, nada ni nadie puede hacerte daño porque el dolor ya no existe, y tú sabes crear tu propia realidad permanentemente y lo haces con todo aquello que es propio y natural de esta República del Infinito: el Amor, la Alegría, la Serenidad, la Acción, la Magia, la Verdad....
Jesús María Bustelo Acevedo
No hay comentarios:
Publicar un comentario