domingo, 2 de septiembre de 2012

Veinticinco de la Belleza del Dos del Eterno Presente

Para concluir este humilde y divertido (las cosas serias e importantes son siempre divertidas) Curso de Eternidad abrazaremos el conocido tema de la Descursificación. En esta séptima y última lección tomamos conciencia de que la Eternidad no tiene (no sigue) ningún curso (el manido tema del río), por lo tanto debemos descursificarnos del curso: Mi único río, dice la Eternidad, es este con el que río gozoso eternamente. El curso es la jerarquía aplicada al tiempo, es considerar que todo tiene un proceso: un inicio, un desarrollo y un desenlace. Pero todo eso es así sólo en el mundo de los mortales. Para lo Inmortal no hay procesos ni jerarquías, ni muertes ni nacimientos. El Espíritu que nos anima a todos, nuestras almas, es eterno, infinito, todo Amor, Voluntad, Gratitud... La Gratitud es la aprobación, el goce, la ofrenda generosa y el placer de cuanto somos, ahora y siempre, en este Eterno Presente de la Vida. Es un acto de afirmación bondadosa; es decir, somos felices con lo que somos, somos dichosos con la Gracia de la Vida (eso es Gratitud: gozar la Gracia de la Vida); estamos agradecidos por ser lo que somos, por ser la Vida. Y para ser lo que somos no se precisa ningún curso: lo que tiene curso se acaba y se muere porque no es real. Gratitud es Voluntad. Es un acto de Creación. Y también (como en enigma incomprensible por la razón mortal) de Obediencia a Dios, ese Dios que nos hizo a su imagen y semejanza: Creadores. Esto nos lleva a una de las grandes máximas de la Vida: ejercer tu Libertad es obedecer a Dios. La Libertad es el ejercicio del Amor.

Jesús María Bustelo Acevedo 

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