martes, 24 de julio de 2012

Trece de la Alegría del Dos del Eterno Presente

Alegría, etimológicamente vivacidad, animación, rapidez... En resumen, actividad, movimiento, ¡acción! Como la vida misma, porque la vida es dinamismo, fértil actividad hasta en la paz de la quietud. Y en el Eterno Presente, todo danza, todo, más allá de la pobreza de la cárcel del tiempo y del espacio. ¿Por qué vivir en dos planos habiendo infinitos que pueden abrazarnos? ¿Por qué admirar siete colores si hay miles de millones a los que el mundo caduco no puede acceder? ¿Por qué conformarse con siete notas si la música sobresaliente tiene tantas como estrellas hay en el cielo? Estrellas que son movimiento y que también están dentro de nuestros corazones, porque su sabiduría no nos es ajena. Se puede mirar a las estrellas con los ojos cerrados, porque en realidad es entonces cuando nos dicen su música y su misterio. Los ciegos son más sabios porque están más cerca de aquella visión superior a aquella pasajera y engañosa pegada a nuestras pupilas; pupilas que ven cuando hay luz, ¿pero acaso no hay una luz mejor cuando los amantes se abrazan en la oscuridad? La mejor luz es la que esplende con alegría desde nuestros corazones, y con ella no hay ciego que no pueda disfrutar de la belleza de la Vida.

Jesús María Bustelo Acevedo

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