domingo, 15 de julio de 2012

Cuatro de la Alegría del Dos del Eterno Presente

Todo lo que muere no es verdad. No se puede retornar eternamente a la mentira, pues mentira es que se esté en ella bajo cualquier circunstancia a los ojos de la Verdad. A los ojos de la Verdad, ni siquiera la verdad existe, la verdad que vive de la mentira, alimentándose mutuamente la una a a la otra. Justamente eso es la confrontación, el inútil ejercicio cuyo único y permanente objetivo es construirse una justificación a su vida mortal. Pero teniendo la Eternidad, sólo la ignorancia permanece en lo perecedero. El mundo falso del dolor, del desengaño, de la subcultura del miedo y de la culpa, no tiene cabida en el Eterno Presente. ¿Cómo iba a vivir en lo ajeno quien no se soporta en lo propio? En el Eterno Presente el lenguaje es música sin palabras, y en ella se expresa y se ofrenda la Verdad. Cuando el hombre, la mujer, descubre la música que no habita en el tiempo, acaba de abrazar gozoso, gozosa, su propia Divinidad.

En el Eterno Presente

no hay dolencia ni indolencia,
sino sólo la sapiencia
de gozar perennemente.

No hay frente que nos afrente,

ni ciencia de la inconsciencia;
ni tampoco diferencia
o indiferencia que cuente.

No se encuentra en el Eterno

Presente nada de cuanto
pudiera causar dolor.

Ni anarquía ni gobierno.

Sólo el Espíritu Santo
de la Dicha y el Amor.

Jesús María Bustelo Acevedo

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