martes, 22 de mayo de 2012

Ocho de la República del Infinito del Eterno Presente

La República del Amor y de la Libertad. Quien no tiene fe en el Hombre, no cree en la Libertad. Y quien le pone límites, no sabe qué significa la palabra Libertad. No es lo que por capricho uno pretenda que signifique. Quien no es libre, le llama libertad a cualquier cosa, a cualquiera de los ladrillos de los muros que le impiden avanzar, a cualquiera de los barrotes de su prisión o a cualquiera de los eslabones que le mantienen encadenado. A veces agrede con esas cadenas o con esos ladrillos y dice: soy libre. No, no eres libre, sólo mueves un poco aquello que te mantiene esclavizado, tal vez con la intención de compartir con el prójimo tu falta de libertad. Porque la Libertad no tiene nada que ver con todo eso que ni siquiera alcanza el grado de caricatura. La Libertad tan sólo existe en el Eterno Presente, como presente y como eternidad. "Mi libertad termina donde comienza la tuya", decían los viejos mortales ignorantes de la era caduca. Pero la Libertad ni empieza ni termina, ni es propia ni ajena y sólo puede ser algo bueno porque si no no es Libertad. En el Eterno Presente "lo bueno" no tiene contrario, no existe lo contrario de lo Bueno, de la misma forma que no existe lo contrario del día ocho, ni del año uno, ni del mes de la República del Infinito. Ni lo contrario de ti mismo tampoco existe, aunque un espejo sí que sea una buena, sugerente y divertida caricatura de ello.

Jesús María Bustelo Acevedo

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