Los conflictos que uno tiene consigo mismo se exteriorizan en confrontaciones con el prójimo, expecialmente con aquellos del entorno más cercano. El rencor hacia algo o alguien no es más que falta de aprobación de sí mismo: nuestros sentidos nos hacen ver "afuera" la lucha interna que tenemos, nuestro enfrentamiento con nosotros mismos (puesto que uno no puede "chocar" con sí mismo el conflicto se exterioriza aparentemente); cuando esta confrontación se detiene, cuando superamos nuestra propia lucha interna, que no es otra cosa que la defensa incondicional del ego, de nuestra mortalidad, entonces comenzamos a vivir en el Eterno Presente. Y ese es nuestro Paraíso, la Tierra Prometida.
Jesús María Bustelo Acevedo
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