miércoles, 29 de agosto de 2012

Veintiuno de la Belleza del Dos del Eterno Presente

Los conflictos que uno tiene consigo mismo se exteriorizan en confrontaciones con el prójimo, expecialmente con aquellos del entorno más cercano. El rencor hacia algo o alguien no es más que falta de aprobación de sí mismo: nuestros sentidos nos hacen ver "afuera" la lucha interna que tenemos, nuestro enfrentamiento con nosotros mismos (puesto que uno no puede "chocar" con sí mismo el conflicto se exterioriza aparentemente); cuando esta confrontación se detiene, cuando superamos nuestra propia lucha interna, que no es otra cosa que la defensa incondicional del ego, de nuestra mortalidad, entonces comenzamos a vivir en el Eterno Presente. Y ese es nuestro Paraíso, la Tierra Prometida.

Jesús María Bustelo Acevedo

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