jueves, 17 de mayo de 2012

Tres de la República del Infinito del Eterno Presente

En la República del Infinito no existen fronteras: las fronteras ya han muerto cuando lo hicieron los países de mentira que sí precisaban de ellas. El Infinito no tiene límites ni restricciones, no hay necesidad de protegerse de ningún enemigo, porque en las verdades del Infinito no existen opuestos que la combatan. La República del Infinito está en el corazón de todos los seres del Universo, no es un montón de papeles manchados de tinta, ni es un pedazo de tierra al que unos torpes mortales le dan un nombre; no es el producto de la ambición absurda de algún engreído con la cabeza cuadrada, ni es un pedazo de historia manchada con sangre de seres inocentes... En el Eterno Presente no existe nada de eso. En la República del Infinito no hay leyes que regulen las conductas, no hay decretos ni prohibiciones... Donde gobierna la Ley del Amor, ¿qué otras leyes se precisan? En la República del Infinito nadie pierde y todos ganan, nadie llora y todos ríen, nadie calla y todos cantan, nadie sufre y todos gozan... Y todo danza: los pensadores danzan, y no están con la manita bajo la barbilla, sino sembrando alegrías en los corazones o dirigiendo una orquesta infinita de risueños luceros; no se acomodan con gesto absurdo de derrota o prepotencia, sino que nos ofrendan la belleza de sus rostros encendidos por la Sabiduría... En la República del Infinito los grandes hombres juegan con los niños, caminan sobre la mar y a veces vuelan a las cumbres nevadas a conversar con su soledades.

Jesús María Bustelo Acevedo

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